No te enamores nunca, porque duele; duele aquí donde la gente dice que tenemos el corazón.
He llegado a saber, después de muchas vueltas, que tienes los ojos azucarados. Ayer nada menos soñé que te besaba los ojos, arribita de las pestañas, y resultó que la boca me supo a azúcar; ni más ni menos, a esa azúcar que comemos robándonosla de la cocina, a escondidas de la mamá, cuando somos niños.
Tengo paciencia y tú no la tienes, así que esa es mi ventaja. Tengo mi corazón que resbala y da vueltas en su propia sangre, y el tuyo esta desbaratado, revenido y lleno de pudrición. Esa también es mi ventaja.
Juan Rulfo
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