-Te sientes poco hecho para vivir, para actuar, para hacer cosas; no quieres más que durar, no quieres más que la espera y el olvido.
-Volver a empezar de nuevo, una y otra vez, este dulce terror que insiste en regir cada día, cada hora de tu ínfima existencia,
-La indiferencia no tiene ni principio ni fin: es un estado inmutable, un peso, una inercia que nadie lograría hacer tambalearse.
-El tiempo, que vela todo, ha dado la solución, a tu pesar. El tiempo, que conoce la respuesta, ha seguido transcurriendo.
-Volver a empezar de nuevo, una y otra vez, este dulce terror que insiste en regir cada día, cada hora de tu ínfima existencia,
-La indiferencia no tiene ni principio ni fin: es un estado inmutable, un peso, una inercia que nadie lograría hacer tambalearse.
-El tiempo, que vela todo, ha dado la solución, a tu pesar. El tiempo, que conoce la respuesta, ha seguido transcurriendo.
-Todo es negro. No es de noche, no está oscuro, es el mundo entero lo que es negro.
-Has dejado de hablar y sólo el silencio te ha respondido.
-Ahora vives en el terror del silencio, pero ¿no eres tú el más silencioso de todos?
-Un día como éste, algo más tarde, algo más pronto, descubres sin sorpresa que algo no va bien, que, hablando en plata, no sabes vivir, que no sabrás jamás.
-No habrá tampoco barcas, por supuesto; casi nunca hay barcas, pero puedes cruzar a nado.
-Además lo sabías, o bien tendrías que haberlo previsto: nunca hay que darse la vuelta, en cualquier caso, nunca tan bruscamente; si no, todo se rompe, se desordena [...]
-Tus aventuras están tan bien descritas que la revolución más violenta no haría pestañear a nadie.
-Todo está ya preparado para tu muerte: la bala que acabará contigo se fundió hace mucho, las pleñideras ya han sido designadas para seguir tu ataúd.
-Decía Mallarmé que "el mundo existe para llegar a convertirse en un hermoso libro",
lo cual tiene su miga y da para más de una charla de bar...
-La indiferencia disuelve el lenguaje, enturbia los signos. Eres paciente y no esperas, eres libre y no eliges, estás disponible y nada te moviliza. No pides nada, no exiges nada, no te impones nada. Oyes sin escuchar, ves sin mirar: las grietas de los techos, las tablillas de los parquets, el diseño de los baldosines, las arrugas que rodean tus ojos, los árboles, el agua, las piedras, los coches que pasan, las nubes que dibujan en el cielo formas de nubes… Nada se te escapa, pero todo lo captas demasiado tarde, siempre demasiado tarde, las sombras, los reflejos, los fallos, los quites, las sonrisas, los bostezos, la fatiga, el abandono.
-Esta es tu vida. Esto es lo que tienes. Puedes hacer el inventario exacto de tu escasa fortuna, el balance preciso de tu primer cuarto de siglo. Tienes veinticinco años y veintinueve dientes, tres camisas y ocho calcetines, algunos libros que ya no lees, algunos discos que ya no escuchas. No tienes ganas de acordarte de nada, ni de tu familia, ni de tus estudios, ni de tus amores, ni de tus amigos, ni de tus vacaciones, ni de tus proyectos.
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