-Cuando mis ojos son atraídos, como por una amante, hacia ese gato que amo,
se vuelven dócilmente y me veo a mí mismo.
-Una gran sonrisa es un bello rostro de gigante.
-Espantoso juego del amor, en el cual es preciso que uno de ambos jugadores pierda el gobierno de sí mismo.
-Dios es el único ser que para reinar no tuvo ni siquiera necesidad de existir.
-Jamás es excusable ser malvado, pero hay cierto mérito en saber que uno lo es.
-Habría que añadir dos derechos a la lista de derechos humanos: el derecho al desorden y el derecho a marcharse
Que procedas del cielo o del infierno, qué importa,
¡Oh, Belleza! ¡monstruo enorme, horroroso, ingenuo!
Si tu mirada, tu sonrisa, tu pie me abren la puerta
De un infinito que amo y jamás he conocido.
¡Yo soy la herida y el cuchillo!
-Dios creó al gato para que el hombre pudiera acariciar al león.
-¡Ay, los vicios humanos! Son ellos los que contienen la prueba de nuestro amor por el infinito.
***
Hay que estar siempre borracho. Todo consiste en eso: es la única cuestión. Para no sentir la carga horrible del Tiempo, que os rompe los hombros y os inclina hacia el suelo,
tenéis que embriagaros sin tregua.
Pero ¿de qué? De vino, de poesía o de virtud,
de lo que queráis. Pero embriagaos.
Y si alguna vez, en las gradas de un palacio,
sobre la hierba verde de un foso,
en la tristona soledad de vuestro cuarto,
os despertáis, disminuida
ya o disipada la embriaguez, preguntad al viento, a la ola,
a la estrella, al ave, al reloj, a todo lo que huye, a todo lo que gime, a todo lo que rueda, a todo lo que canta, a todo lo que habla, preguntadle la hora que es; y el viento, la ola, la estrella, el ave, el reloj, os contestarán: «¡Es hora de emborracharse! Para no ser esclavos y mártires del Tiempo, embriagaos, embriagaos sin cesar.
De vino, de poesía o de virtud; de lo que queráis.
tenéis que embriagaros sin tregua.
Pero ¿de qué? De vino, de poesía o de virtud,
de lo que queráis. Pero embriagaos.
Y si alguna vez, en las gradas de un palacio,
sobre la hierba verde de un foso,
en la tristona soledad de vuestro cuarto,
os despertáis, disminuida
ya o disipada la embriaguez, preguntad al viento, a la ola,
a la estrella, al ave, al reloj, a todo lo que huye, a todo lo que gime, a todo lo que rueda, a todo lo que canta, a todo lo que habla, preguntadle la hora que es; y el viento, la ola, la estrella, el ave, el reloj, os contestarán: «¡Es hora de emborracharse! Para no ser esclavos y mártires del Tiempo, embriagaos, embriagaos sin cesar.
De vino, de poesía o de virtud; de lo que queráis.
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