Haruki Murakami, Kioto, 12 de enero de 1949.
Crónica del Pájaro que da cuerda al mundo.
-Cuando uno se acostumbra a no conseguir nunca lo que desea, ¿Sabes que pasa? Que acaba por no saber incluso lo que quiere.
-El odio es una sombra negra y alargada. En muchos casos, ni siquiera quien lo siente sabe de dónde le viene. Es un arma de doble filo. Al mismo tiempo que herimos al contrincante nos herimos a nosotros mismos. Cuanto más grave es la herida que le infringimos, más grave es la nuestra. El odio es muy peligroso. Y, una vez que se ha arraigado en nuestro corazón, extirparlo es una tarea titánica.
-Cuando nos abandonan, resulta durísimo permanecer en el mismo lugar y seguir viviendo solo. Esto lo sé muy bien. Pero, en este mundo, nada hay tan cruel como la desolación de no desear nada.
-Las cosas que se pueden comprar con dinero es mejor comprarlas sin pensar demasiado si ganas o pierdes. Es mejor ahorrar las energías para aquellas cosas que no pueden comprarse con dinero.
El pueblo de los Gatos
-No tenía un destino. Se subía al tren, viajaba y, cuando encontraba un lugar que le atraía, se apeaba. Buscaba alojamiento, visitaba el pueblo y permanecía allí cuanto quería. Si se hartaba, volvía a subirse al tren. Así era como pasaba siempre sus vacaciones.
-Pero en realidad aquél era el pueblo de los gatos. Cuando el sol se ponía, numerosos gatos atravesaban el puente de piedra y acudían a la ciudad. Gatos de diferentes tamaños y diferentes especies. Aunque más grandes que un gato normal, seguían siendo gatos.
-Si se subían al de la mañana, podría continuar su viaje, y si se subía en el de la tarde, podría regresar al lugar del que procedía. Ningún pasajero se apeaba ni nadie cogía el tren en aquella estación. Y sin embargo el ferrocarril siempre se detenía cumplidamente y partía.
Sauce ciego, mujer dormida
-Sé por experiencia que, en la vida, sólo en contadísimas ocasiones encontramos a alguien a quien podamos transmitir nuestro estado de ánimo con exactitud, alguien con quien podamos comunicarnos a la perfección. Es casi un milagro, o una suerte inesperada, hallar a esa persona. Seguro que muchos mueren sin haberla encontrado jamás. Y, probablemente, no tenga relación alguna con lo que se suele entender por amor.
Los gatos antropófagos
-Los periódicos en todas partes son iguales. Nunca ponen lo que a uno realmente le interesa saber.
-Desde el primer instante quedamos prendados el uno del otro. En esta vida pasa a veces, aunque muy pocas.
-La luz de la luna, a veces, te muestra cosas que no deberías ver.
«¡Basta de pensamientos deprimentes!», me dije a mí mismo. «Te sumergirás en el mar como si quisieras evitar una ola gigantesca y permanecerás agarrado a una roca, conteniendo el aliento. De ese modo la ola pasará de largo. Estás cansado y tienes los nervios alteradísimos. Eso es todo. Atrapa la realidad. Cualquier cosa sirve, pero tienes que asirte a algo real.»
Mi humilde justificación era que si el mundo se compusiera únicamente de cosas de primera calidad, seguro que sería muy insípido.
-La luz de la luna, a veces, te muestra cosas que no deberías ver.
«¡Basta de pensamientos deprimentes!», me dije a mí mismo. «Te sumergirás en el mar como si quisieras evitar una ola gigantesca y permanecerás agarrado a una roca, conteniendo el aliento. De ese modo la ola pasará de largo. Estás cansado y tienes los nervios alteradísimos. Eso es todo. Atrapa la realidad. Cualquier cosa sirve, pero tienes que asirte a algo real.»
Mi humilde justificación era que si el mundo se compusiera únicamente de cosas de primera calidad, seguro que sería muy insípido.
"Tuve una infancia solitaria, salvado por tres cosas: Los libros, los gatos y la música."
Tokio Blues
Tokio Blues
-Hay dos tipos de personas: los que son capaces de abrir su corazón a los demás y los que no. Tú te cuentas entre los primeros.
-Si no quieres acabar en un manicomio, abre tu corazón y abandónate al curso natural de la vida.
-Pero, a fin de cuentas, ¿Quién puede decir lo que es mejor? No te reprimas por nadie y, cuando la felicidad llame a tu puerta, aprovecha la ocasión y sé feliz.
-Lo que yo deseo, la fuerza que yo busco, no es aquella que te lleva a perder o a ganar. Tampoco quiero una muralla para repeler las fuerzas que lleguen del exterior. Lo que yo deseo es una fuerza que me permita ser capaz de recibir todo cuanto proceda del exterior y resistirlo. Fortaleza para resistir en silencio cosas como la injusticia, el infortunio, la tristeza, los equívocos, las incomprensiones.
- "A veces, el destino se parece a una pequeña tempestad de arena que cambia de dirección sin cesar. Tú cambias de rumbo intentando evitarla. Y entonces la tormenta también cambia de dirección, siguiéndote a ti. Tú vuelves a cambiar de rumbo. Y la tormenta vuelve a cambiar de dirección, como antes. Y esto se repite una y otra vez. Como una danza macabra con a Muerte antes del amanecer. Y la razón es que la tormenta no es algo que venga de lejos y que no guarde relación contigo. Esta tormenta, en definitiva, eres tú. Es algo que se encuentra en tu interior. Lo único que puedes hacer es resignarte, meterte en ella de cabeza, taparte con fuerza los ojos y las orejas para que no se te llenen de arena e ir atravesándola paso a paso. Y en su interior no hay sol, ni luna, ni dirección, a veces ni siquiera existe el tiempo. Allí solo hay una arena blanca y fina, como polvo de huesos, danzando en lo alto del cielo... Y cuando la tormenta de arena haya pasado, tu no comprenderás cómo has logrado cruzarla con vida. ¡No! Ni siquiera estarás seguro de que la tormenta haya cesado de verdad. Pero una cosa si quedara clara. Y es que la persona que surja de la tormenta no será la misma persona que penetró en ella. Y ahí estriba el significado de la tormenta de arena."
Al sur de la frontera, al oeste del Sol.
Sputnik Mi Amor.
-Sumire poseía algo especial que cautivaba a los demás. Soy incapaz de explicar con palabras en qué consistía. Pero, al mirar sus pupilas, siempre podías verlo allí reflejado.
-Desde la primera vez que intercambiamos unas palabras me sentí fuertemente atraído hacia ella y, poco a poco, esa atracción fue mudando hacia un sentimiento sin retorno. Para mí, durante mucho tiempo, sólo existió ella. Como es natural, intenté confesarle muchas veces mis sentimien-tos. Pero ante ella, no sé por qué razón, era incapaz de traducir mis sentimientos en las palabras justas. En resumidas cuentas, quizás haya sido mejor así. De haberle podido manifestar mis sentimientos, seguro que no me habría tomado en serio.
-Aun suponiendo que en sus años de instituto hubiese tenido relaciones sexuales (o algo parecido), no habría sido por amor o deseo, sino impelida, tal vez, por la curiosidad literaria.
-Una historia, en algún sentido, no es algo de este mundo. Una verdadera historia requiere un bautismo mágico que conecte este mundo con el otro.
—Quizá lo que tú necesites sea tiempo y experiencia. Eso es lo que me parece a mí.
—Tiempo y experiencia —repitió Sumire y alzó la vista hacia el cielo—.
El tiempo pasa deprisa. Pero ¿y la experiencia? Ni me la menciones.
No es que me enorgullezca de ello, pero no siento ningún deseo sexual.
Y un escritor sin deseo sexual, ¿qué experiencias puede tener?
Si es como un cocinero sin apetito!
-En nuestra vida imperfecta las cosas inútiles son, en cierta medida, necesarias.Si de la imperfecta vida humana desaparecieran todas las cosas inútiles, la vida dejaría de ser, incluso, imperfecta.
Cerrar los ojos... no va a cambiar nada. Nada va a desaparecer simplemente por no ver lo que está pasando. De hecho, las cosas serán aún peor la próxima vez que los abras. Sólo un cobarde cierra los ojos. Cerrar los ojos y taparse los oídos no va hacer que el tiempo se detenga. (Kafka en la Orilla)
-En nuestra vida imperfecta las cosas inútiles son, en cierta medida, necesarias.Si de la imperfecta vida humana desaparecieran todas las cosas inútiles, la vida dejaría de ser, incluso, imperfecta.
Cerrar los ojos... no va a cambiar nada. Nada va a desaparecer simplemente por no ver lo que está pasando. De hecho, las cosas serán aún peor la próxima vez que los abras. Sólo un cobarde cierra los ojos. Cerrar los ojos y taparse los oídos no va hacer que el tiempo se detenga. (Kafka en la Orilla)
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