Sputnik Mi Amor (1999)
-Sumire poseía algo especial que cautivaba a los demás. Soy incapaz de explicar con palabras en qué consistía. Pero, al mirar sus pupilas, siempre podías verlo allí reflejado.
-Desde la primera vez que intercambiamos unas palabras me sentí fuertemente atraído hacia ella y, poco a poco, esa atracción fue mudando hacia un sentimiento sin retorno. Para mí, durante mucho tiempo, sólo existió ella. Como es natural, intenté confesarle muchas veces mis sentimien-tos. Pero ante ella, no sé por qué razón, era incapaz de traducir mis sentimientos en las palabras justas. En resumidas cuentas, quizás haya sido mejor así. De haberle podido manifestar mis sentimientos, seguro que no me habría tomado en serio.
-Aun suponiendo que en sus años de instituto hubiese tenido relaciones sexuales (o algo parecido), no habría sido por amor o deseo, sino impelida, tal vez, por la curiosidad literaria.
-Una historia, en algún sentido, no es algo de este mundo. Una verdadera historia requiere un bautismo mágico que conecte este mundo con el otro.
—Quizá lo que tú necesites sea tiempo y experiencia. Eso es lo que me parece a mí.
—Tiempo y experiencia —repitió Sumire y alzó la vista hacia el cielo—.
El tiempo pasa deprisa. Pero ¿y la experiencia? Ni me la menciones.
No es que me enorgullezca de ello, pero no siento ningún deseo sexual.
Y un escritor sin deseo sexual, ¿qué experiencias puede tener?
Si es como un cocinero sin apetito!
-En nuestra vida imperfecta las cosas inútiles son, en cierta medida, necesarias.Si de la imperfecta vida humana desaparecieran todas las cosas inútiles, la vida dejaría de ser, incluso, imperfecta.
-Mientras pegaba mi cuerpo al de esas chicas, pensaba a menudo en Sumire. Porque, en algún rincón de mi mente, su imagen siempre estaba más o menos presente. Incluso soñaba que, en realidad, era a
ella a quien tenía entre mis brazos. Todo esto no era muy normal, evidentemente. Pero en vez de pensar en si era correcto o no, lo cierto es que no podía evitarlo.
-A partir de aquel momento, y en su fuero interno, Su-mire empezó a llamar a Myú «Sputnik, mi amor». Sumire amaba la resonancia de esa palabra. Le traía a la memoria la perra Laika. El satélite artificial atravesando en silencio la oscuridad del espacio. Las dos negras y brillantes pupilas de la perra atisbando por el pequeño ojo de buey. ¿Qué debía de mirar en aquella soledad infinita del cosmos?
-Una historia, en algún sentido, no es algo de este mundo. Una verdadera historia requiere un bautismo mágico que conecte este mundo con el otro.
-«Sí, estoy enamorada de ella», se convenció Sumire. Sin duda alguna (el hielo es, al fin y al cabo, frío, y la rosa es, al fin y al cabo, roja). Y este amor me conducirá a algún sitio. No puedo impedir que esta fuerte corriente me arrastre. Ya no tengo elección. Tal vez me lleve a un mundo especial que jamás he conocido. A un lugar lleno de peligros, quizá. Donde se esconda algo que me inflija una herida profunda, mortal. Tal vez pierda todo lo que poseo. Pero ya no puedo volver atrás. Sólo puedo abandonarme a la corriente que discurre ante mis ojos. Aunque me consuma entre las llamas, aunque desaparezca para siempre.
-La lluvia empezó a caer pasada la medianoche y no cesó hasta el alba. Era una lluvia dulce y suave que tiñó de negro la tierra primaveral y despertó en silencio todos los seres sin nombre que se esconden bajo su superficie.
-Pensando que volvería a ver a Myú, el corazón de Su-mire hervía de emoción. Era incapaz de hacer algo a derechas. Se sentía como si estuviera de pie en la cima de una montaña, azotada por el viento.
«Cuando estoy a su lado, deseo tocarla siempre. Eso no es simple ad-miración.»
-En este mundo, lo que ven nuestros ojos no tiene por qué ser verdad.
-«En estos momentos, me pidiera lo que me pidiese, me ordenara lo que me ordenase, le diría sin dudar que sí.» Sujetándole todavía la mano, Myú la miraba fijamente. Sumire pudo ver, nítida, su imagen reflejada en las negrísimas pupilas de Myú. Como si fuera su propia alma, absorbida hacia el otro lado del espejo.
«Yo le leo el pensamiento a la gente». Pero he visto innumerables veces cómo personas «sensibles» herían sin más los sentimientos ajenos. He visto a personas «francas y sinceras» esgrimir sin darse cuenta las excusas que más les convenían. He visto cómo personas que «le leían el pensamiento a la gente» eran engañadas por los halagos más burdos. Todo ello me lleva a pensar: «¿Qué sabemos, en realidad, de nosotros mismos?».
...Prefiero conocer, en mayor o menor medida, hechos objetivos sobre existencias ajenas. Y, basándome en la posición que ocupan tales hechos y personajes individuales en mi interior, o a través del modo en que restablezco mi sentido del equilibrio incluyéndolos, trato de conocerme de la manera más objetiva posible.
-Desde la adolescencia me he habituado a trazar una frontera invisible entre mí mismo y los demás. Empecé a tomar una distancia perpetua ante el otro, fuera quien fuese, y a mantenerla mientras estudiaba su actitud. Aprendí a no creerme todo lo que la gente dice. Mis únicas pasiones sin reservas han sido los libros y la música. Y, tal vez como lógica consecuencia de todo ello, me fui convirtiendo en una persona solitaria.
-Las horas que pasaba con Sumire eran las más preciosas de mi vida. Frente a ella olvidaba momentáneamente mi eterna soledad. Sumire expandía las fronteras de mi mundo, me hacía respirar hondo. Era la única persona capaz de hacerlo.
-Soy del tipo de personas que, cuando le preguntan algo directamente, suele dar una respuesta sincera.
-No tener ideas preconcebidas, sino aguzar el oído con una disposición honesta, amoldándote a las circunstancias, manteniendo la mente y el corazón siempre abiertos a lo que venga.
—Hasta cierto punto, debe de ser innato. Quizás pueda hablarse incluso de talento. Los hay muy hábiles, los hay muy torpes. Pero al mismo tiempo.
—Si se inventara un coche que funcionase con bromas estúpidas, tú llegarías bastante lejos. —Es que en este mundo también hay personas con las reservas de inteligencia agotadas.
- A veces puedes ser realmente dulce, ¿sabes? Como las navidades, las vacaciones de verano y un perrito recién nacido juntos.
- «Yo parezco tonto de tan franco y sincero como soy», o «Soy muy sensible y me manejo muy mal en este mundo»,o «Yo le leo el pensamiento a la gente». Pero he visto innumerables veces cómo personas «sensibles» herían sin más los sentimientos ajenos. He visto a personas «francas y sinceras» esgrimir sin darse cuenta las excusas que más les convenían. He visto cómo personas que «le leían el pensamiento a la gente» eran engañadas por los halagos más burdos. Todo ello me lleva a pensar: «¿Qué sabemos, en realidad, de nosotros mismos?».
-...Desde la adolescencia me he habituado a trazar una frontera invisible entre mí mismo y los demás. Empecé a tomar una distancia perpetua ante el otro, fuera quien fuese, y a mantenerla mientras estudiaba su actitud. Aprendí a no creerme todo lo que la gente dice. Mis únicas pasiones sin reservas han sido los libros y la música. Y, tal vez como lógica consecuencia de todo ello, me fui convirtiendo en una persona solitaria.
-...Las horas que pasaba con Sumire eran las más preciosas de mi vida. Frente a ella olvidaba momentáneamente mi eterna soledad. Sumire expandía las fronteras de mi mundo, me hacía respirar hondo. Era la única persona capaz de hacerlo.
-A veces me siento muy desamparada. La incertidumbre de cuando te encuentras de golpe desposeída de un marco en el que apoyarte. La pérdida del lazo de la fuerza de gravedad, la sensación de estar flotando sola por el negro espacio, a la deriva. Sin saber siquiera adónde te diriges.
—¿Como un Sputnik pequeñito que se hubiera extraviado?
—Tal vez.
-Si se inventara un coche que funcionase con bromas estúpidas, tú llegarías bastante lejos.
- Pese a cometer algunas equivocaciones, en líneas generales avanzaba en la dirección correcta.
-Me sentí como un insecto absurdo en una noche ventosa, adherido a un alto muro, sin razones, sin planes, sin creencias.
- Por más que crezca la hierba, a mí (¡bah!) ¿qué más da? Tumbada en el prado, con los ojos fijos en el cielo, veo como pasan las nubes blancas. A ellas confío mi suerte. Me abandonó en secreto al olor de la hierba lozana, al susurro del viento. Ha dejado de importarme, inclus, la diferencia entre lo que sé y lo que no sé.
- La comprensión no es más que un conjunto de equívocos
" Ya ves, continuamos viviendo, cada uno a su manera, incluso ahora", pensé. Por profunda y fatal que sea la pérdida, por importante que sea lo que nos han arrancado de las manos, aunque nos hayamos convertido en alguien completamente distinto y sólo conservemos, de lo que antes éramos, una fina capa de piel, a pesar de todo, podemos continuar viviendo, así, en silencio. Podemos alargar la mano e ir tirando del hilo de los días que nos han destinado, ir dejándolos luego atrás. En forma de trabajo rutinario, el trabajo de todos los días..., haciendo, según cómo, una buena actuación. Al pensarlo me sentí terriblemente vacío.
-Si se inventara un coche que funcionase con bromas estúpidas, tú llegarías bastante lejos.
- Pese a cometer algunas equivocaciones, en líneas generales avanzaba en la dirección correcta.
-Me sentí como un insecto absurdo en una noche ventosa, adherido a un alto muro, sin razones, sin planes, sin creencias.
- Por más que crezca la hierba, a mí (¡bah!) ¿qué más da? Tumbada en el prado, con los ojos fijos en el cielo, veo como pasan las nubes blancas. A ellas confío mi suerte. Me abandonó en secreto al olor de la hierba lozana, al susurro del viento. Ha dejado de importarme, inclus, la diferencia entre lo que sé y lo que no sé.
- La comprensión no es más que un conjunto de equívocos
" Ya ves, continuamos viviendo, cada uno a su manera, incluso ahora", pensé. Por profunda y fatal que sea la pérdida, por importante que sea lo que nos han arrancado de las manos, aunque nos hayamos convertido en alguien completamente distinto y sólo conservemos, de lo que antes éramos, una fina capa de piel, a pesar de todo, podemos continuar viviendo, así, en silencio. Podemos alargar la mano e ir tirando del hilo de los días que nos han destinado, ir dejándolos luego atrás. En forma de trabajo rutinario, el trabajo de todos los días..., haciendo, según cómo, una buena actuación. Al pensarlo me sentí terriblemente vacío.