“La libertad y la simple belleza son demasiado buenas para dejarlas pasar.”

“La libertad y la simple belleza son demasiado buenas para dejarlas pasar.”

jueves, 26 de septiembre de 2013

Ernesto Pérez Vallejo

Y no, no empezaría con el típico ‘érase una vez’ porque tú no eres una vez, tú eres todas las veces.

Las cosas más absurdas de una mujer zurda

Claro que yo también quise ser princesa
y el centro de su universo
y un poema.
Y que llegara tarde al trabajo alguna vez
por mi culpa.
Que una mezcla de sus genes y los míos
jugara a las muñecas en el salón.
Que los domingos se parecieran a cualquier cosa
menos a domingos.
Que los eneros no tuviera que recurrir a la estufa
para calentarme los pies.

Yo quería un jardín y rosales
y un mar con sus olas,
una talla más de pecho o quizás dos,
un cruce de piernas más erótico
y una voz más femenina.

Quería un montón de fotos con la sonrisa desnuda,
un viaje a Grecia,
un trabajo más decente.
Quería aquello
y eso
y lo otro
y un poco de aquí
y otro poco de allá
y a él.
Sobretodo yo lo quería a él.

Que mis orgasmos no se los tragara el desagüe,
ni mi corazón se quedara sin cobertura
y que los espejos y los hombres
me dijeran la verdad sobre mi cuerpo.

Quería tartas en todos mis cumpleaños
y una posdata que dijera "te echo tanto de menos"
y sexo sin condón ni asientos de coches
y "cariño" y "amor" y "gordita"
y un "¿cómo estas de tu jaquecas?”
y un " te sienta tan bien ese vestido".

Quería desnudarme en sus pupilas,
comer helado en su espalda,
fumarme un cigarro en su boca,
un silencio que rompiera su palabra,
un hombro que durmiera mis bostezos,
que me sentara mejor aquella falda
y esa blusa
y su piel.
Sobretodo su piel.

Y es que aunque ahora no te lo creas
yo solamente quise ser feliz.


El amor es caerse y en lugar de levantarse hacer que caigas conmigo, aprovecharnos del suelo para lamernos el vértigo y flotar...

De reír y otras formas de llorarse

El truco de su sonrisa no era que abría mucho la boca 
si no que cerraba muy poco los ojos 
y entonces sonreía con todo el cuerpo.
Por eso la felicidad se parecía tanto a observarla.
Cuando estaba triste, 
(porque ella también tenía sus tristezas)
pensaba en su madre
y se ponía triste.
Nunca lo supe.
Arqueaba suavemente las cejas y un rojo adquirido de algún amanecer con resaca
se le hospedaba en los pómulos
luego el mar le regalaba una lágrima por ojo
y una lluvia fina emigraba de las nubes
con el fin de estar lo más cerca posible de su boca.
 Y cuando una mujer que llora se pone tan bonita 
es cuando ya no sabes si hacerle cosquillas 
o promesas.
Tenía veinte abriles y odiaba la primavera,
dibujaba otoños con la lengua dormida y justo debajo del ombligo
le duraba el verano un año bisiesto.
Tenía veinte abriles 
y decía que hacer el amor
se parecía demasiado a follar 
cuando era conmigo.
No se fue ni me fui,
entre nosotros la máxima despedida siempre fue un hasta luego,
pero una vez el luego se hizo nunca,
el nunca se hizo eterno.
Ayer la vi, vestía de negro como siempre,
empujaba un carrito donde la mitad de sus genes,
dormían el sueño de la tarde.
-le puse tu nombre para nombrarte sin que me duela. Dijo
Ya no había tanta magia en su sonrisa,
ni veinte abriles,
ni yo tuve ganas de llegar tarde y cansado del trabajo
a cenarme las rutinas de la vida.
El tiempo si duele tanto 
es porque no sabe mentir.
Ni se puede maquillar para que resulte hermoso
El tiempo te enseña sus cartas boca arriba sabiendo de antemano
que otra vez, te ha ganado la partida
como siempre,
igual que se va el agua por el desagüe,
desapareció calle abajo,
como un recuerdo,
como una foto que arde,
como una ola que muere.
Después de un hasta luego mutuo que esta vez,
si nos supo a despedida.


NO FUMAR PUEDE MATAR, AL MENOS DE TRISTEZA.

Llueve como si no lo hubiera hecho en el último siglo
y solamente me queda un cigarro.

" Que te vayas es como quedarse sin tabaco un día de lluvia"

Son las doce y Ana sigue durmiendo
bebimos mucho, demasiado,
empezamos con ron, luego vodka,
más tarde aquel liquido verde impronunciable
que mataba quince penas a cada trago.
Yo tenía dos mil quinientas cincuenta y cinco,
y Ana infinito.

La habitación huele como si se hubieran estado
cosiendo heridas durante toda la noche.

Ana ni siquiera se quitó la ropa.

- ¿ Me sienta bien este vestido?- Preguntó.
- No hay nada que te siente mal cariño- Le dije.
Aunque era mentira,
a Ana lo que le sentaba mejor era el desnudo.

La mayor parte del tiempo la mentira
es el atajo más corto a la felicidad.

La lluvia amenaza con no cesar,
lo que antes eran pequeños charcos,
se han convertido en profundos lagos,
me recuerdan a los ojos de mi madre
cuando mi padre se murió por inercia.
También me recuerda a Laura
pero cuando hay sol tambien ella visita mi memoria
y cuando está nublado,
incluso cuando el hombre del tiempo
no sabe que mierda colocar en el mapa
también está ella.
La realidad es que siempre me acuerdo de Laura.

Ana tiene la teoria de que pensar en otra
también podría llamarse infidelidad,
a estas alturas yo debo ser
el hombre más infiel de este planeta.

Desde el umbral de la puerta ella bosteza,
parece que se ha peleado con diez gatos.

- Deberías hacerme el amor y el desayuno por ese orden- Dice.
Hace mucho que no hacemos el amor,
antes cuando ella no se llamaba "amor mío",
ni yo "gordito" todo era distinto.
Diez minutos después ya no tengo nada en el depósito,
ella bebe café y se fuma mi cigarro.

Que la quiero es indudable, ni siquiera se lo reprocho.

En la mesita del salón hay revistas
con cincuenta maneras útiles para dejar de fumar
y ninguna se llama Ana.
Ninguna dice:
"Cásate con una fumadora y que ella se fume tu parte"
Tampoco dice como olvidarse de ninguna Laura,
ni que hacer cuando la lluvia te encharca los pulmones.

- ¿ Qué haces?- Pregunta.
- Pienso-
- Me gustaría saber que piensas, cuando no piensas en mí-
- Créeme, no te gustaría- Le digo.

Ahora es cuando ella pone esa cara
de odiarme parea siempre o hasta que la bese.
Yo la beso. Dos veces.

- Quiero fumar- Exige.

Y mientras me pongo la chaqueta
de las tristezas para siempre
y un relámpago atraviesa la ciudad
yo sin paraguas en una calle sin nombre
busco un estanco abierto.


Si somos sinceros, el amor no es más que el hecho de quererse más a uno mismo, a través de otra persona. Así que si algún día vuelves a venir a quererte conmigo, que sepas que te sigo esperando, porque yo tampoco sé quererme sin ti.

LAS VIRTUDES DEL DALTÓNICO

Me estoy rompiendo los nudillos
de llamar a la puerta de la indiferencia,
a estas horas antes
venías del trabajo y recopilabas todas mis sonrisas
primero alfabéticamente,
luego por colores,
más tarde las juntabas con las tuyas,
las lanzabas al aire como si fuera una moneda
y desnudos sobre la alfombra nos las follábamos,
tú las mías y yo las tuyas.
(...) Cuando tu vida depende de una persona y esa persona no eres tú mismo
puedes darte por jodido.
Que aproveches mis lunares como puntos suspensivos para que esta historia, la nuestra, no se termine nunca.

Y la cárcel llena de hombres que no supieron amar
y la calle repleta de mujeres que no se dejan querer
y yo en terreno de nadie,
sin saber amarte,
sin querer quererte.

Y podría...
no sé si sabría...
pero podría...
intentarlo.

Debía ser hermoso todo esto
cuando el amor cabía en una carta.

Hará dos vidas que no miro en el buzón
esta que vivo ahora
y la que tú te llevaste.

cass

Voy a meterme dentro de otro libro. Dejar que sean vuestras manos las que me desnuden. Que vuestras gargantas me pongan voz y así no tener que sucumbir por mí mismo a su nombre. Os permitiré odiarme también, a veces por cobarde, otras por necio. Podréis clasificar mis vicios por orden alfabético, mis manías por orden cronológico, mis sueños por desorden afectivo. Dejarme de lado cuando empiece vuestra serie favorita. Lanzarme al fondo de una biblioteca cuando estéis cansados de este amor eterno. Llorar cuando un verso os recuerde que a vosotros ese tren que yo perdí, también os pasó de largo.
No pondré obstáculos al orgasmo, a la caricia, al espérate que cene y ahora vuelvo. Soportaré cualquier excusa que no se convierta en promesa. Seré la marioneta del hilo de vuestra memoria. Hacerme danzar, nunca en un baile al tropezar lo hemos llamado abrazo, hasta hoy. Podéis volar conmigo, caer sin mí, flotar con ellos. Anclar vuestros ojos en una página cualquiera, garabatear todas las esquinas de cada folio, agarrarse a cada punto suspensivo, balancearse del columpio de una coma, cambiar cada punto final por un beso con lengua a la luz de la luna.

Estaré bien allí encerrado. Soy ese extraño pájaro que no vuela si le sobra el cariño. Que ha vuelto a su jaula a silbar aquella canción de que todo es posible. Que siempre prefirió el mar al cielo y que llama a la poesía hogar, si eres tú quien la lee.


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